
Desde el día que me parieron
me cantaron trece brujas
que de otro mundo vinieron
a tatuar mi piel con rezos
a consagrar mi vivir
Lo recuerdo como en sueños…

Desde el día que me parieron
me cantaron trece brujas
que de otro mundo vinieron
a tatuar mi piel con rezos
a consagrar mi vivir
Lo recuerdo como en sueños…

Entonces la vi… vi a la niña que lloraba, que gritaba y que dolía; la vi de rodillas en el sillón con sus brazos recargados en el respaldo, mirando hacia la ventana. Observando las luces de la ciudad, contemplando las luces de sus pasiones.
Y se veía llorando, gimiendo, doliendo, cambiando.
La tomé entre mis manos ¡y la perdoné!… y dejé que me perdonara, sólo porqué ella lo necesitaba. En realidad, no había nada que perdonar.
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