
En México se le llama «cola» a la fila que se hace para llegar a algún sitio… o esperar un turno para algo. También a la parte posterior de animales como las aves que tienen Colas y Alas…
De la historia de las «colas», Colas y Alas… nace este cuento….
Hola me llamo Paloma, soy poeta, cuento y canto poemas en lo oculto de cualquier taberna donde pueda incubarse la libertad. Recientemente recorrí los temidos senderos que van del autoconocimiento a la verdad propia, regresé con los bolsillos llenos de palabras de mucho poder.
Hoy quiero contarte algo, procuraré no refugiarme en mi amiga la poesía, la dejaré descansar; ella siempre me ayuda a adornar las grietas, a endulzar las amarguras, a colorear las neblinas y a decir cosas sin decirlas en realidad. Hoy simplemente te contaré lo que ocurre en el codiciado Reino del Sometimiento. En ese lugar, si no dices nada probablemente mueras igual, sin que ocurra absolutamente nada y sin que notes nada, sin alterar nada.
En ese lugar, desde que empiezas a tener la más mínima conciencia de ti misma y del espacio que te rodea, eres entrenada para permanecer formada en una larga, muy larga fila. Como se suele decir en ese lugar: ¡formada en la cola!
Nadie te dice a donde va, ni porqué estas ahí. Ahí te dejan, en un breve espacio numerado para que cada una sepa dónde debe estar. Estás ahí desde tan corta edad, que el defender tu lugar en la cola y no salirte de ahí, avanzar solo cuando te toque… llega a ser tu misión en la vida.
Recuerdo el día que me tocó formarme, tenía 7 años y me eligieron porque era una niña “muy madura para mi edad”, los adultos decían que haría un gran papel en la cola:
-Oye tú, la de los dientes chistosos, ven – Así me llamó aquella mujer uniformada que trabajaba para reclutar niñas para la cola – ¿Ves donde está formada aquella, la de hasta atrás? ¿Ves la fila tan larga que se ve allá, pasando el valle, donde empieza lo gris?
-Discúlpeme, señora. La verdad no la alcanzo a ver ¿Dónde? – Le respondí dudosa. Porque realmente lo que lograba ver eran las nubes, las ardillas saltando entre los árboles cargados de pájaros cantarines que enmarcan el rio.
- ¡La cola de allá! donde se ve que se forman las morras, pasando todo eso que no debes ver. Busca la cola, allá en lo gris wey ¿la ves?
-Ah! Ya la vi
-Bueno pus vas. Fórmate atrás de la de pantalones verdes
-Ok me formo
- ¡Buenísimo! Recuerda que es por el bien de todos, con el tiempo entenderás. Sé paciente, yo te aviso cuando te toque ir a otro lugar.
Y ese fue el problema, que me formé, y ahí me quedé y esperé obediente que me dijeran cuando podía moverme, pero eso nunca sucedió.
Y ahí estábamos; formadas una a una, pacientes … o no.
No nos hablábamos para evitar decir cosas que nos fueran a hacer perder el lugar, distraernos de seguir una regla que ni siquiera entendíamos. A veces más juntas, a veces más dispersas y como en cualquier formación ¡correctamente dándonos la espalda!
Cuando era inevitable desformarme por minutos, le decía a la de adelante:
-Oiga, perdón que la moleste ¿le puedo encargar tantito mi lugar?
-Si claro, yo se lo aparto
Cuando me alejaba, algo dentro de mí se atrevía a decir ¿Qué pasaría si no vuelves, que habrá fuera de esta cola?
– Señora muchas gracias ya regresé
– No hay nada que agradecer
Derechitas como soldaditos, como nos lo dijeron, como todas las demás, como zombis, seguíamos avanzando un poco cada día hacia… íbamos hacia… ¿Espera, espera lo anoté por aquí? Lo tenía en algún manual de capacitación, mmm, la que me formó me dijo que me iba a decir…
No puede ser… ¡El tiempo se me fue en miles de atardeceres sin tener la más remota idea de a donde íbamos, ni para que chingados me formé ¡Solo hice lo que me decían pero nunca me moví, ni cuando me di cuenta de lo estúpido que era permanecer ahí, tal vez me congelaba el miedo de decidir un rumbo si había estado mirado tantos años en una sola dirección.
Un día, sin saber que pasaba, teníamos prohibido girar sobre nuestro propio eje, empecé a oír detrás de mí voces con frases muy raras: “No se va a caer lo vamos a tirar “, entré en pánico y los gritos seguían: “No me quedaré me voy a desformar”, y muchas más cosas que del miedo me llevaron a la curiosidad de querer voltear, pero no lo hice.
Y sucedió que en esos días de protestas alguien tocó mi hombro, hace mucho tiempo que ninguna me tocaba, todas sabíamos que en esa fila nadie podía tocar a nadie, pero a mis espaldas alguna se había atrevido. De reojo logré ver unos frágiles dedos que me acariciaban desde la espalda hasta mi hombro para llamar mi atención. Ya ni siquiera estoy segura si fue una mano o varias…. Si ¡Ovarias! las que muy discretamente me incitaban a desobedecer:
- ¡Psstt, psstt Hey tú! Si tú, la de los chinos rebeldes, salte de la cola… es por acá. ¡Nosotros te cuidamos! No estás sola
- ¿Es neetaa? ¡Llevo formada un chingo de tiempo! ¡y siento que ya casi llego! no mamen. – Lo decía mientras estiraba la mirada intentando que me alcanzara para descifrar hacia donde iba, y que los espejismos a la distancia me ayudaran a adormecer el dolor de aceptar el tiempo perdido. –
Además ¿Quiénes son ustedes, porque tendría que creerles? En cambio, estar aquí formada es mi vida entera, es lo único que se hacer. Creo que ya hasta le agarre cariño a esta cola… ¡Y no se diga a la espalda de mi compañera de enfrente ¡hasta siento que me escucha! Aunque no sé cómo se llama ha estado tanto tiempo frente a mí, que es lo más cercano que tengo a una amiga.
Por un breve instante, comencé a reprocharme como pude ser capaz de estar formada ahí sin cuestionar, solo por el miedo a ¡salirme de la cola! ¿O sería el miedo a no poder volver a entrar?
Y bueno, también está el miedo a perder mi lugar para llegar a…. ¿a? ya no me acuerdo… ¿a dónde chingados vamos?
Lo pensé 4 segundos, porque cuando te das cuenta de una verdad profunda el resto de tu ser simplemente te acompaña sin cuestionar.
- Psstt, psstt ¡Hey comadres! Si ustedes ¡las de las alas! ¡Esperen voy con ustedes!
Desde ese día ejercí mi derecho a no volverme a formar en ninguna fila, deserté dándome la oportunidad de vivir en cualquier lugar donde pueda seguir hilando mis alas.
Ya no recorro la línea recta de alguien más, ahora navego mis propios círculos narrándolos en mis propias palabras irreverentes.
Ahora se dónde voy… Voy en espiral hacia al centro de mi ser, ahí es donde está lo que necesito para escribir y reescribir cualquier cuento aunque ocupe mas de tres cuartillas.
De vez en cuando regreso a la fila con mis comadres para tocar hombros y acompañar el renacer de otras que, como yo, empezarán a hilar sus propias alas.

Breve Historia de Colas y Alas – Cuentología Mexicana sin restricción de cuartillas o genero literario.
Autora Paloma Domitsú